Roberto Ossio Ortube
29/01/2019 - 21:19

LOS BEATLES - Cincuenta (50) años - 30 de Enero de 1969 - El Concierto Final en la Azotea

El 30 de enero de 1969, hace cincuenta (50) años, Los Beatles tocaban por última vez en vivo en la azotea de sus oficinas en Saville Road, en Londres, cerrando uno de los periplos musicales más fascinantes de todos los tiempos.

Los Beatles en su última presentación en la azotea de las oficinas de APPLE en Saville Road, el 30 de enero de 1969.

A principios de 1969, Los Beatles se reunían para iniciar la grabación de un nuevo álbum, Paul McCartney impulsó el proyecto, mismo que sería reflejado en un documental para cine, que recogería todas las incidencias, es decir el proceso creativo, los ensayos y el producto final. Michael Lindsay Hogg sería el director y las grabaciones se realizarían en los estudios Twickenham

Sin embargo, estas sesiones reflejarían el alto grado de tensión entre los miembros. John Lennon mostró su entusiasmo al principio, sin embargo, este se desvanecería paulatinamente, debido a que él estaba en pleno romance con Yoko Ono y por otra parte el grupo generalmente tenía un horario de grabación flexible, generalmente nocturno, pero ahora por cuestiones de producción cinematográfica debían empezar si o si a las ocho de la mañana lo que irritaba a todos: “No podemos hacer música ni bien llegamos, en medio de luces de color” dijo.

George Harrison recién retornaba de unas vacaciones donde tocó con Bob Dylan, habiendo producido discos para otros artistas y no le complacía volver como el mismo dijo “al invierno del descontento en Twickenham con Los Beatles”, además su desarrollo musical estaba en un altísimo nivel, siendo sus aportes cada vez mejores, disgustándole ya estar a la zaga de Lennon y McCartney.

Las tensiones del Álbum Blanco se acrecentaron, el agobiante y hasta impertinente perfeccionismo de Paul, molestaban a todos y el desbande era generalizado, tanto así que discutían constantemente y esto fue registrado en las cámaras, llegando a puntos muy álgidos que, en algún momento, tanto George como John casi se van a las manos, siendo detenidos por los presentes. Sin desearlo la película reflejaba como se desintegraba el cuarteto.

Twickenham era un granero ófrico y no se podía generar música o buen ambiente allí. El primero en abandonar el grupo por su molestia fue George, quien, en forma posterior, después de un desayuno de reconciliación con John, aceptó retornar, pero bajo la condición de no volver a los insalubres y fríos estudios, requiriendo grabar en las oficinas de Apple en Saville Road.

En este lugar, el entorno era un poco más agradable, por decir más acogedor, pero la irritabilidad continuaba a flor de piel. Hasta los saludos mutuos estaban llenos de ironía y sarcasmo, tal era así que cuando McCartney preguntaba que estaban tocando Harrison y Starr le replicaban: “Seguro está terrible”. George tuvo la idea de traer a un amigo para alivianar los ánimos, a decir de el mismo “Es raro ver como las personas se comportan mejor, cuando alguien ajeno viene de visita, allí todos se comportan bien y no muestran lo cabrones que son”. Ese amigo era Billy Preston, un tecladista norteamericano amigo del grupo. La vibra mejoró muchísimo, fue como un emoliente o un lubricante que ayudó a evitar mayores fricciones.

Las sesiones progresaron y se pudo tener mucho material aceptable, sin embargo, las indefiniciones para concluir eran infinitas, nadie se ponía de acuerdo, al final el director rogaba para que se pusieran de acuerdo, allí decidieron dejar de lado el concierto en un lugar público o en un lugar exótico (se barajó la posibilidad de Grecia o Túnez), a duras penas se decidieron improvisar un concierto en el techo de Apple. George no estaba de acuerdo, pero perdió en la votación.

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La fría mañana del 30 de enero de 1969, de improviso, con las cámaras de cine rodando, deliberadamente colocadas y preparadas en lugares estratégicos, para grabar tanto el concierto como la reacción del público, Los Beatles iniciaron lo que a la postre sería su última actuación en vivo.

Los transeúntes quedaron estupefactos y sorprendidos, todos empezaron a levantar las cabezas para saber de dónde venía la música. La aglomeración fue evidente y como en todo sitio hay gente que le gustó muchísimo y otra que se molestó y alegó que como era posible semejante escándalo. Los más, sin embargo, estaban complacidos y jocosamente asombrados.

Fue peculiar ver sin embargo a las personas mayores, algunas protestaban por la falta de respeto a una zona comercial puesto que “interrumpían los negocios”, de hecho, señoras mayores que habían sobrevivido a la Segunda Guerra Mundial protestaban vehemente muy molestas: “Cual es el sentido de esto?” gritaban, pero asombrosamente a otros les encantaba y no vacilaban en apreciar la calidad y el prestigio del grupo. Es más, un ciudadano mayor, muy británico, con sombrero, gabardina y pipa subió a uno de los techos, para ver hecho al disimulado que pasaba y disfrutar el espectáculo.

Otro aspecto gracioso vino de la intervención de la policía, quienes no sabían cómo reaccionar y sonreían discretamente ante el acucioso escrutinio de las cámaras. Al final fueron a tocar la puerta para saber que pasaba allá arriba. Cuando subieron el buen Ringo esperaba como el mismo dijo que los arrestaran, que los golpearan y que lo carguen a rastras a la patrulla. Es más Mal Evans (el asistente del grupo) le dijo a Paul: “La policía dice que deben parar o los van a arrestar”, McCartney dijo “No pararemos, ¡buen final para la película!”, sin embargo, la policía londinense, una de las mejores, competentes y civilizadas del Mundo, recomendó enfáticamente que “por favor, debían rebajar el volumen”.

Las canciones se volvieron icónicas: Get Back (Vuelve), Don’t Let me Down (No me defraudes), la premonitoria I’ve got a feeling (Tengo un presentimiento), Dig a Pony (Entierra un caballito) y One after 909 (Uno después del 909); sin embargo, hubo muchas pruebas, ensayos y reprises de estos temas allí mismo, como algunas improvisaciones no registradas en el film final, pero guardadas en grabaciones aficionadas.

Estéticamente también se reflejaba un cambio, ya no eran los flequilludos estilizados y graciosos de principios de la década de los sesenta cuando la denominada “beatlemania” explotaba, ahora eran hombres más adustos, maduros y peludos: Lennon con sus icónicos anteojos y un abrigo de piel que le prestó Yoko por el frio; un Paul barbudo estilo guerrillero, con un sobrio conjunto negro con zapatos café; George con un abrigo felpudo negro tocando una novedosa guitarra Fender Rosewood Telecaster y Ringo con un impermeable rojo chillón también prestado por su esposa Maureen que se encontraba presente en la azotea.

Este concierto fue el canto del cisne del mayor grupo de la Historia. Un año después, el 10 de abril de 1970, se disolverían dejando como trabajo final esta película y las grabaciones que saldrían públicamente con el nombre de LET IT BE (Déjalo ser).

El concierto de la terraza, sería imitado, parodiado y recordado a lo largo de los últimos cincuenta años, pasando por infinidad de artistas consagrados y múltiples homenajes de grupos aficionados. Es más, todo músico aficionado o profesional que se respete, tiene claro que algún día quiere subirse a una azotea y dar un concierto allí mismo y ya sabemos a quienes quieren imitar. Y no se los culpa. Hasta en la improvisación Los Beatles fueron geniales, siendo una forma espontánea, desenfadada y poco dramática de despedirse para siempre, de una audiencia global, que aún sigue cautiva por su legado musical e influencia medio siglo después.

John Lennon finalizó con un chiste que muchos no lo entendimos en su momento y que algunos siguen tratando de descifrar: “Quiero agradecer a nombre mío y del grupo y espero que hayamos pasado la prueba”.

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