Hacia una educación regular con enfoque de inclusión social: la tutoría
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Ilse Miranda
06/05/2014 - 22:54

Miradas inclusivas

En algunas entregas de la columna, voy a proponer algunas reflexiones y movimientos que considero necesarios realizar en 3 ámbitos de acción, cuando nos orientamos a lograr entidades educativas que sean efectivamente inclusivas, tanto en los niveles primario, secundario, técnico y superior:

En algunas entregas de la columna, voy a proponer algunas reflexiones y movimientos que considero necesarios realizar en 3 ámbitos de acción, cuando nos orientamos a lograr entidades educativas que sean efectivamente inclusivas, tanto en los niveles primario, secundario, técnico y superior:

  • Acciones de fortalecimiento de los grupos poblacionales en proceso de inclusión educativa, con la finalidad de reducir la brecha académica producida por la exclusión social.
  • Capacitación del cuerpo docente y administrativo de las unidades educativas, de manera que puedan planificar, implementar y evaluar procesos educativos regulares con enfoque de inclusión social.
  • La sensibilización y la concienciación de la comunidad educativa, con la finalidad de objetivar y desestructurar prejuicios vigentes hacia los diferentes grupos en proceso de inclusión social, de manera que su participación facilite la inclusión social que pretende determinada entidad educativa.

Acciones de fortalecimiento de los grupos poblacionales en proceso de inclusión educativa, con la finalidad de reducir la brecha académica producida por la exclusión social.

Por lo general, las entidades que inscriben estudiantes de grupos poblacionales excluidos, demandan que estos estudiantes tengan tutorías pedagógicas  que trabajen directamente con ellas y ellos durante el proceso académico y extracurricular.

En algunos aspectos y desde la perspectiva de un enfoque de inclusión social, esta medida puede constituir un error, sobre todo cuando quienes están a cargo de la tutoría, se constituyen en mediadores de la comunicación entre las y los estudiantes en proceso de inclusión social y la comunidad educativa que pretende ser incluyente: sus maestras/os, compañeras/os, administrativos, madres y padres de familia, el quiosquero que atiende en el recreo y otras y otros que forman parte de la comunidad educativa viva.

Voy a detenerme especialmente en este punto, ya que la comunicación es vital al momento de producir una inclusión social efectiva, ya que es el dispositivo mediador durante el proceso de aprendizaje, que es la razón de ser de la entidad educativa, y lo es también de las relaciones sociales, que son la razón de ser de todas las personas en los diferentes ámbitos en los que participan.

Que la comunicación entre el/la estudiante en proceso de inclusión social y cada miembro de la  comunidad educativa sea mediada por una tercera persona durante el proceso de aprendizaje y el proceso de relacionamiento social, aliena el proceso comunicacional mismo, al despojar de la posibilidad de acción / aprendizaje / movimiento directo a los operadores de esta comunicación, privándoles de constituirse en sujetos de la misma, transformándoles en objetos de interpretación por parte del tercero involucrado, destruyendo de facto la intención inclusiva, esto es el desarrollo académico propuesto y la diversificación en el relacionamiento, pretensión que se tenía como intención con la participación de estas/os diferentes en la entidad educativa.

Evidentemente, no existe mala intención en la constitución de esta mediación, aunque en la práctica cotidiana, sea un dispositivo que cumple más bien la función de disfrazar la falta de capacidades que tiene determinada comunidad para comunicarse directamente con las personas diferentes, ya sea en el proceso académico propiamente dicho, ya sea en los momentos de relacionamiento social, que forman parte del currículo que si bien no es explicitado, es altamente importante en el proceso de formación de las y los estudiantes: se pierde la oportunidad de desarrollo colectivo que se pretendía al intentar ser un espacio social incluyente. ¿Queremos superar las discapacidades? Esta es la oportunidad de superarlas todas y todos.

Esta función equívoca de la tutoría, que perjudica el proceso de desarrollo de las personas en proceso de inclusión social, también obstaculiza el desarrollo de toda la comunidad educativa: si la pedagogía y la didáctica a desplegarse en el proceso de inclusión social, es delegada a estas tutorías, las y los docentes no iniciarán siquiera el proceso de cualificarse para generar por ellas y ellos mismos los movimientos pedagógicos que son necesarios para lograr aprendizaje en una comunidad que es diversa. Por el lado de las relaciones sociales, la persona diferente seguirá siendo tratada como si hablara marcianés y nadie en la comunidad aprenderá marcianés. Eso es desperdiciar oportunidades.

Por otro lado, es necesario objetivar que la comunidad educativa ya era diversa con anterioridad a que se incorporen las personas que son explícitamente identificadas con grupos excluidos. Esta diversidad no atendida pedagógicamente por el proyecto pedagógico vigente, es aquella que forma parte de los grupos poblacionales a los que se acusaba de flojera, indisciplina, inconstancia, poca capacidad y otros del mismo estilo, argumentos con los que se pretende cubrir un problema de la educación no sólo en Bolivia, sino en el mundo entero: los bajos índices de aprendizaje, de egreso, de titulación, por no hablar ya de expectativas mayores, como las de lograr, por fin, aprendizajes significativos, productivos y aplicables en los proyectos de vida personales y sociales de nuestra comunidad. Por ello, la inclusión social constituye una oportunidad de movimiento que debiera asumir la comunidad toda, pues toda ella tendrá mejor oportunidad de aprendizaje y logro.

Generalmente por razones económicas, un porcentaje significativo de las tutorías, es delegado a personas con una cualificación pedagógica inicial y otras, ninguna, y por ello, con posibilidades limitadas de mover una comunidad educativa, como se requiere para desencadenar un proceso de inclusión social. Con esa escenificación no se beneficia nadie y quién más se perjudica es la persona excluida, que sigue en el mismo lugar, sólo que parece diferente.

En los procesos de transición hacia una entidad educativa inclusiva, efectivamente es necesario apoyarse en operadoras/es cualificados de manera potente en inclusión social, que puedan brindar asesoramiento pedagógico preciso, oportuno y posible, riqueza en alternativas didácticas; ágiles en el seguimiento a las relaciones sociales que se dan durante el proceso educativo, proponiendo movimientos que truequen lo excluyente en incluyente, con capacidad de percibir las aspectos devaluantes en los discursos a los que apelamos cotidianamente y proponer alternativas valorizadoras de lo diferente,  con la autoridad de lograr que las decisiones que se toman en el día a día consideren a la comunidad en su diversidad, con capacidad de dinamización social en comunidades diversas y muchas veces apáticas…y necesariamente, un claro conocimiento de las leyes en las que se apoya la inclusión social. Y claro, el otro ingrediente indispensable es una comunidad humilde, que más allá de su buena intención de incluir, sepa que al andar nuevos rumbos hacen falta otros mapas, ver el cielo con distintos ojos y guías con experiencia en el terreno.

Como ustedes ya se habrán dado cuenta, esto orienta el anterior modelo de tutoría hacia un modelo de operadores de inclusión social, que superará ese pasado de dirigirse exclusivamente al estudiante en proceso de inclusión social y que probablemente tendrán que ser más de una/o, cuyo objeto será operar con las y los docentes y con la comunidad toda, asesorarla y nutrirla en su movimientos.

Es probable que de ser así,  este equipo consiga este primer paso que es definitivo en esto de lograr inclusión social: que la comunidad toda se comunique directamente con cada persona que se encuentre en proceso de inclusión educativa

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