Roberto Ossio Ortube
05/05/2020 - 22:36

Las Dos Torres del Frontis de la Catedral de La Paz

Aproximación a la Historia de la Catedral de Nuestra Señora de La Paz y a la construcción de las dos torres de su frontis, que fueron edificadas entre la década del setenta y ochenta del Siglo pasado. 

La Catedral de Nuestra Señora de La Paz, con las dos torres en el frontis.

Existen silenciosos testigos de los acontecimientos de un país, de una ciudad y de una sociedad en su conjunto.En Bolivia quizás uno de esos lugares paradigmáticos se  encuentra en La Paz, más precisamente en la Plaza Murillo, el epicentro del poder político de Bolivia, con sus edificios emblemáticos que flanquean el monumento del prócer paceño: el Palacio de Gobierno,  el Palacio Legislativo, el Gran Hotel París, la Academia de Historia Militar, la casa Agramonte, la Cancillería, el Palacio Diez de Medina actualmente conocido como el Museo Nacional de Arte y la Catedral Metropolitana de Nuestra Señora de La Paz.

Es a este edificio de culto religioso católico, al que le dedicaremos unas líneas, respecto a los prolegómenos para la construcción de las dos torres de su frontis, que fueron levantadas entre 1977 a 1988 del pasado siglo XX.

UN LARGO Y TORTUOSO CAMINO

Tiempo después de la fundación de la ciudad de La Paz, una primera iglesia fue emplazada en el sitio en tiempos coloniales, misma que con mucha dificultad quedó concluida en 1658. Esta duró aproximadamente ciento setenta años, hasta que en 1821, por fallas en su estructura, se rajó el presbiterio y la nave central, por ello los canónigos se vieron obligados a dejar el edificio, para trasladarse al templo de los dominicos (Templo de Santo Domingo, aún existente, ubicado entre la calle Ingavi y Yanacocha)

Los primeros cimientos de la nueva catedral fueron colocados en 1832, durante la presidencia del Mariscal Andrés de Santa Cruz, de acuerdo a los planos diseñados por el arquitecto Padre Manuel Sanahuja, estando lista la cimentación recién en el año 1843. En 1847 se hizo cargo de la obra Felipe Bertres que avanzó la construcción hasta llegar al frontis del piso o cuerpo primero, dejando el trabajo en manos de José Núñez del Prado, quien con talladores y picapedreros venidos de Europa, a instancias del presidente José Ballivián, logró colocar la cornisa principal de la fachada.

Sin embargo, la falta de recursos hizo que durante la administración del Dr. José María Linares se suspendieran los trabajos, llegando incluso a poner en pública subasta las herramientas, carros de traslado y materiales. Desde 1863 hasta 1897 las obras estuvieron paralizadas, siendo que incluso, cuando en 1883 el Obispo Juan de Dios Bosque pretendió reiniciar los trabajos, se encontró con que los planos se extraviaron.

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Fotografía 1:La Plaza de Armas de La Paz, a mediados del Siglo XIX. 

Como testigo del tiempo, el lugar donde se levantaría la Catedral vio las constantes revoluciones, motines y connatos, como campo de batalla anexo, para tomar la vieja casa de gobierno edificada por el ya mencionado José Núñez del Prado. Ese terreno fue usado en 1875 por los revolucionarios afectos a Casimiro Corral,  que pretendían derrocar al Presidente Tomás Frías, para ingresar al recinto o en el peor de los casos incendiarlo, obligando a los defensores a rendirse o a salir a descubierto,  para ello realizaron forados en la pared colindante de palacio, con el fin de introducir sabanas impregnadas con combustible, con el objeto de quemar el techo o hacer estallar el polvorín que se encontraba en el sótano, lo que hubiese hecho desaparecer toda la manzana. El edificio se incendió y recibió el nombre de “Palacio Quemado”, pero esta es otra historia.

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Fotgrafía 2: El Palacio recientemente "quemado" en 1875, a su lado los primeros trabajos de la Catedral. 

En 1897, en base a los planos diseñados por el arquitecto italiano Comendattore Conde Francesco de Vespignani, nuevamente se emprendieron labores, bajo la dirección del maestro Alberto Manno, al que le sustituyó el jesuita Eulalio Morales quien avanzó mucho en el diseño arquitectónico.

Tiempo después, Antonio Camponovo se puso al frente de la construcción, pero por divergencias de carácter estético, dejó la obra en la persona del sacerdote salesiano Ernesto Vespigniani quien elaboró otros planos. Al fin la Catedral, pudo ser medianamente estrenada para el Centenario de la República, aunque recién con muchísimo trabajo, fue habilitada con los acabados interiores en 1932.

La cimentación alcanza al rio y tiene una profundidad de aproximadamente veinticinco metros bajo la plaza ocupando media manzana, donde se distinguen,  la sacristía, los pilastrones, muros, peristilo y azotea, alcanzando tres mil metros cuadrados destinados a ser ocupados aproximadamente por doce mil fieles. El edificio posee un estilo greco romano, con una cúpula central parecida a la de San Pedro en Roma, con aproximadamente cincuenta metros de alto por doce de circuito desde el nivel del suelo, embaldosado con planchas combinadas a colores de mármol de carrara. La construcción es de piedra granítica y el altar mayor de berenguela con un tabernáculo de varios colores. Llama la atención el diseño con enormes columnas corintias y ornamentos, con tres naves, altísimo crucero, coro y presbiterio, que le otorgaban una majestuosidad imponente, sin dejar de lado sus magníficos vitrales. La gran cúpula central se encuentra revestida de bronce

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Fotografía 3: Interior de la Catedral de La Paz

LAS DOS TORRES DEL FRONTIS

A mediados de la década de los setenta del siglo pasado, el Arzobispado de La Paz contrató a la empresa CONTECO LTDA., perteneciente al Ing. José Guillermo Torrez Gómez Ortega, para que se hiciese cargo de la construcción, bajo la supervisión del Arq. Mario Del Carpio Gonzales, con la participación consultiva en el diseño a cargo de los Arquitectos José de Mesa Figueroa, Teresa Gisbert Carbonell y Hugo Almaraz Aliaga. La ejecución de obra por parte de la empresa estuvo bajo responsabilidad del Ing. Roberto Ossio Sivila.  

El avance de la obra como una característica inmanente a su propia historia, fue un sinuoso trayecto lleno de problemas técnicos y recortes económicos que debieron ser resueltos sobre la marcha, en medio de educadas pero muy fuertes discusiones de los Arquitectos que intervinieron en el diseño, así como hábiles movimientos financieros de la curia paceña.

En primer lugar, se debía definir como concluir las torres en el frontis, el diseño dejado por Camponovo hacia reminiscencia a la catedral de la Ciudad de México, con cuatro altísimas plantas, para luego definir el tipo de estructura portante. Todas las partes convinieron que uno de los problemas que afectaron el desarrollo del edificio a lo largo de casi dos siglos, fue el tipo de material utilizado en la obra original: piedra cortada y tallada a mano, unida con argamasa de cal. Las preguntas eran obvias: ¿dónde conseguir los suficientes picapedreros y si se tenía el tiempo y los recursos para esperar la conclusión de semejante trabajo? ¿Otros cincuenta años? Por tanto, se decidió que se utilizaría un armazón de hormigón armado mucho más liviano, económico y rápido para su ejecución, determinándose el levantamiento de una planta y cúpula. 

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Fotografía 4: Diseño original pretendido para la Catedral de La Paz (Fuente: CAF)

Arduos debates hacían referencia al tipo de material para el revestimiento exterior: Mesa, Gisbert y Almaraz se inclinaban por el uso de la piedra tallada, de preferencia comanche, para guardar concordancia con el diseño original; Del Carpio optó por una solución mucho más moderna: se seleccionaron piedras tipo huevillo, mismas que serían molidas y mezcladas con hormigón, para ser puestas en moldes que daban la apariencia de bloques compactos de piedra reconstituida. Estas piedras debían ser pulidas, para que aparezca el feldespato y la mica, componentes de la piedra huevillo de rio, para que obtuviesen la tonalidad y colores similares a los de la estructura más antigua; asimismo las molduras, cornisas, arcos de medio punto y las partes ornamentales, fueron trabajadas con la misma técnica, añadiéndose las mismas para las fachadas exteriores.

Este trabajo se realizó en las canterías existentes en ese entonces, en las laderas del cerro Laicakota, donde se estableció una especie de campamento en el que se fabricaban las piezas. El resultado se vio posteriormente: el transcurso del tiempo, las lluvias, el clima, la contaminación ambiental  de la ciudad y las eternas palomas de la plaza, le dieron una tonalidad similar al del resto de la estructura antigua, sin mayor variación en su color.  La estructura de las cúpulas consistentes en madera tratada y estructura metálica fue adecuadamente armada para posteriormente colocar sobre ella las placas cobre.

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Fotografía 5: Modelo de diseño  para ejecución de columnas en obra (Gráfico proporcionado por el Ing. Roberto Ossio Sivila) 

Pero el tema técnico también tenía algunos aspectos curiosos: para subir a las torres en construcción, se debía ascender por estructuras de madera y metal a más de cuarenta metros de alto sobre el vacío, que desafiaba al más templado escalador, puesto que estas eran provisionales y debían adecuarse constantemente al trajín cotidiano de las obras y tendían a moverse provocando más de un susto. El material podía ser trasportado mediante el uso de grúas, pero no así las personas, algunas no tenían mayor miedo en pasar saltando sobre el abismo a los pies, mientras otros transitaban a duras penas, pegados a las paredes, sujetándose como podían con un natural y comprensible vértigo.

Otro de los factores interesantes a mencionarse, fue la participación de los miembros del clero, particularmente en el tema siempre dificultoso, álgido y volátil como es el conseguir los recursos pecuniarios suficientes para la conclusión de la obra. Apartado especial en esta historia es la figura de un distinguido miembro del arzobispado y sacerdote salesiano, Monseñor Alberto Aramayo Zalles, miembro de una de las familias más distinguidas de La Paz, emparentado con José Avelino y Carlos Víctor Aramayo, “Patriarca de la Plata” y “Barón del Estaño” respectivamente; quien era un magnífico facilitador entre las partes intervinientes, que a veces se hallaban en controversias adustas por cualquier aspecto, haciendo lo imposible para que el proyecto no naufrague, siendo el impulsor del comité para la construcción de las torres de la Catedral, donde intervenieron la Prefectura, CORDEPAZ y la Alcaldía,

También tuvo su parte en este periplo, el entonces Arzobispo de La Paz Jorge Manrique, quien a veces de forma  intransigente, clamaba vehemente a la empresa ejecutora para que retirasen las calaminas durante las celebraciones religiosas,  puesto que  “su pueblo debía escuchar misa”. En cierta ocasión, ya colmada la paciencia, se le hizo recuerdo que la seguridad del “pueblo” dependía de que tuviesen cuidado con el material de construcción y las áreas cubiertas por calaminas y que los obreros que trabajaban en obra, también eran parte de ese “pueblo”, por tanto necesitaban trabajar tranquilos, sin ser hostigados para no causar daño a nadie.

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Fotografía 6: Vista  de una de las torres

Y hablando de hostigamientos, salir muy de noche del lugar de ejecución de obras tampoco era del todo agradable, siendo una construcción antigua y con mucha historia, el lugar resultaba pesado, con ruidos inexplicables y movimientos  extraños que en medio de la penumbra parecían acrecentarse con el eco y la mortecina iluminación. La Catedral no se quedaba atrás, respecto a su fantasmagórico y gris vecino, el Palacio Quemado.

En la década del ochenta, la obra se desarrolló de forma lenta, más que nada por los problemas económicos que recrudecieron y se agravaron a partir de 1982, con la terrible crisis económica del periodo de la UDP y la galopante hiperinflación, que hacía que los precios fluctuasen semanal o peor diariamente, haciendo que los reajustes presupuestarios fuesen constantes hasta hacerse insostenibles. Finalmente, hasta 1987, las dos torres quedaron completamente concluidas y se pudo recibir a su Santidad Juan Pablo II en mayo de 1988, para lo que la Iglesia Católica Boliviana preparó un acto especial dentro del edificio con un magnífico sillón que fue usado por una única vez por el Santo Padre.

La Catedral de La Paz y en este caso las Dos Torres de su frontis, reflejan en cierta forma el tortuoso desarrollo de la propia Bolivia, cuyos avatares y conflictos de casi dos siglos hacen que su progreso sea lento, pero no imposible, demostrando que se debe luchar contra las voluntades humanas, las circunstancias temporales, las instituciones públicas y la falta de recursos financieros,  pero que aún con todos estos óbices,  de una u otra forma, se puede lograr el objetivo, que al fin de cuentas es obtenido como recompensa al trabajo, el esfuerzo y la constancia, dejando una obra que es patrimonio de esta ciudad y del país.

 

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Fotografía 7: a Catedral con las Dos Torres (Fuente: Arzobispado de La Paz)

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

Mesa, José; Gisbert, Teresa; Mesa Gisbert, Carlos. HISTORIA DE BOLIVIA. 1997. Editorial Gisbert

Sotomayor, Ismael. AÑEJERIAS PACEÑAS. 1988. Biblioteca Paceña

Agradecimiento especial al Ing. Roberto Ossio Sivila, por los valiosos datos e información histórica, técnica y testifical, proporcionados para la elaboración de este artículo  

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