Anatomias
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Victor Hugo Romero
22/05/2015 - 12:47

La batalla de Enrique

¿Será posible que los círculos periodísticos, medios de comunicación y demás instancias censuren a Enrique Salazar? Si son verdaderos defensores de la libertad de expresión y autocríticos tendrían que reconocer los excesos de este conductor, que más allá de su histrionismo protagonizó un acto de discriminación. Todo indica que no. Hasta donde he podido ver, los medios están resaltando la confrontación, debatimos sobre la forma y no el fondo, porque los periodistas somos el sector al que menos le gusta mirarse al espejo.

Enrique Salazar, el conductor del Que No Me Pierda, fue el encargado de echar por la borda todos los argumentos sobre los intentos de coartar la libertad de expresión desde el Estado. La reacción desmedida que tuvo contra la Ministra de Comunicación, Marianela Paco, es un franco reflejo del exceso, sino libertinaje de expresión que campea en el país.

Diseccionando lo ocurrido en dicho programa confirma el triste nivel en el que se halla gran parte de la televisión nacional, no generalizo porque existen afortunadamente espacios en los que sí se ejerce un periodismo responsable. No sólo se promueve, sino que se consolida una visión conservadora, colonialista, discriminatoria y hasta de odio, si es que no es “racismo” desde el ejercicio periodístico.

Salazar en primer lugar maltrató a su invitada, no respetó la norma básica de este género, el diálogo, la batalla de ideas, se dedicó prepotentemente a gritar, a no permitir retruque alguno y buscó imponer su verdad, como si en ese espacio estuviese prohibida la disidencia o que alguien piense lo contrario a Enrique, quien se ubica en un plano de “Homo Superior” cuando afirma que: “Usted no me va a enseñar a hacer comunicación, ¿Cuándo hizo periodismo? ¿Cuándo fue eficiente usted en el periodismo? Así que no me venga a pasar clases a mí de qué tengo que comunicar y cómo comunicarlo”.

¿Qué se cree Salazar? ¿Un referente? Con esa actitud de hecho no lo será nunca, porque además perfila su espíritu conservador, sino colonial, cuando se queda sin argumento esa impotencia provoca que apele a su supuesta superioridad académica cuando señala: “Que le vaya bien, lea en la noche, va a tener tiempito, va a entrar con mejor a los medios de comunicación y a la reunión con el Presidente Evo Morales”. Todo un exceso. A mí me sucedió algo similar, cuando discutía con una vecina sobre lo peligrosos que pueden ser sus perros ante los niños dentro del ascensor, por mucho que considerara que “no muerden”, al final la señora me mandó a que vaya estudiar a la universidad ¿Discriminación o racismo encubierto?.

La actitud discriminadora de Salazar se refuerza mucho más cuando afirma que: “Yo no quisiera que mi hijo vaya al cuartel y sea panadero, respetando a los panaderos”. Una bonita forma de validar la discriminación encubierta en una acción disimulada. Podríamos entonces afirmar que “con las disculpas de los perros, ese animal es todo un perro”.  Pero no se detiene ahí, cuando califica al país como “pichicatero”: “Si hacemos pichicata en todas partes y está focalizada en una sola zona…”, luego en distintos momentos se pregunta: ¿Qué se produce en el Chapare?, ¿Qué se produce en Yapacani? Todos los que viven en esas zonas a sus ojos son pichicateros, no existiendo otro tipo de “desarrollo” en la zona.

La mirada de Salazar niega también el nuevo rol de las Fuerzas Armadas, quizás quiere recuperar aquella deformación a la que los sometió la dictadura y el neoliberalismo, cuando el pueblo era el enemigo interno. Este periodista no concibe esa nueva relación, cuando el uniforme reconoce que lo está usando una persona que a su vez representa al pueblo. Para Salazar, los soldados tienen que estar en la frontera, no luchar contra quienes sí quieren dañar al pueblo, puedo inferir que es capaz de justificar que baleen a los panaderos movilizados, en vez de hacer el pan que las familias necesitan. Olvida que ahora los soldados se tecnifican en los cuarteles, que hacen carreteras, luchan contra las inundaciones, auxilian a la gente, pagan el Juancito Pinto.

¿Será posible que los círculos periodísticos, medios de comunicación y demás instancias censuren a Enrique Salazar? Si son verdaderos defensores de la libertad de expresión y autocríticos tendrían que reconocer los excesos de este conductor, que más allá de su histrionismo protagonizó un acto de discriminación. Todo indica que no. Hasta donde he podido ver, los medios están resaltando la confrontación, debatimos sobre la forma y no el fondo, porque los periodistas somos el sector al que menos le gusta mirarse al espejo.

 

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