Anatomias
Imagen de Victor Hugo Romero
Victor Hugo Romero
03/07/2015 - 16:05

Mamani Ventura

Conclusiones a las que llegué luego de reflexionar sobre el  trabajo de Rosmery Mamani Ventura, que acaba de exponer en la Galería Mérida Romero en La Paz. La temática de sus cuadros me impactó y cuestionó sobre la esencia de lo que es ser arte y artista, dilema que arrastran las artes desde que se preguntaron cuál es el límite entre los dos protagonistas principales de un acto creativo.

Toda obra creativa tendrá siempre una misma manera de empezar, con un espacio en blanco. Para el artista que le está dando forma es un proceso maravilloso, porque en ella se conjuga lo místico y lo divino,  lo pagano y lo material, un periodo que puede durar mucho tiempo o simplemente unos segundos, proceso creativo que transforma al artista en un semidiós, en una deidad del momento y que luego de haber acabado, cuál dios eterno solo le resta esperar, a que lo mundano del tiempo juzgue, si lo hecho o no, es trascendente.

Conclusiones a las que llegué luego de reflexionar sobre el  trabajo de Rosmery Mamani Ventura, que acaba de exponer en la Galería Mérida Romero en La Paz. La temática de sus cuadros me impactó y cuestionó sobre la esencia de lo que es ser arte y artista, dilema que arrastran las artes desde que se preguntaron cuál es el límite entre los dos protagonistas principales de un acto creativo.

No es fácil encontrarse con la obra de Mamani Ventura, es complejo; exige deshacerse de clichés artísticos, sociales y políticos, porque no sólo retrata la realidad, obliga al espectador a reconocer “algo” con lo que normalmente convivimos y que muchas de las veces negamos como individuos y sociedad. Cada cuadro nos cuestiona sobre lo que es y no es real en nuestras vidas, propone la existencia desde un plano sublime y a la vez subliminal, los rostros que observamos, los rastros de su existencia, nos plantea si son ellos o nosotros los que en realidad estamos en exposición, la tela se convierte en un espejo que podría estar separando no sólo dos particulares maneras de ver el mundo, dos universos: el primero  en el que el todo se halla tal y como debiera estar, mientras que el segundo el todo necesariamente tiene que girar en el sentido contrario a esas manecillas que suelen recordarnos siempre nuestra mortalidad.

Pareciera que Rosmery nos pregunta  a qué dimensión paralela pertenecemos, si  somos capaces de sentir la intensidad existencial de la gente que retrata, aquella que es libre para cuestionarnos desde el lienzo, si su mundo o el nuestro es más palpable:  la resignación de un anciano que agacha la mirada, el rostro de un hombre que observa al cielo, la mirada de un ser que contempla la universalidad de su naturaleza, la curiosidad de un niño por ver qué existe más allá del marco de su retrato o la belleza de una mujer que no deja de recordarnos que la perfección es sólo un mito. Si estas obras fuesen perfectas, aún tendríamos la chance para cuestionar si precisamente el tiempo podrá con ellas o se dejaran desvanecer en la bruma surrealista de ese entorno que amenaza con desaparecerlos.

Luz, sombra, color, realidad y efecto son los componentes principales en la vida, sino obra de Mamani Ventura, así lo/la dibujan sus cuadros, lo cuentan a quienes los visitan y se dejan llevar por esa magia que nos deja caer en un vacío pictórico, es algo así como una larga y delicada caída, que en el ímpetu de su propuesta nos dan no un baño, sino un lluvia de realidad, exquisita y fina, que se deja sentir  con toda la fuerza que un ser puede contener en sí mismo cuando se enfrenta contra la adversidad que significa ser parte de un mundo que se goza siendo material y que en la impostura se dice espiritual.

Mamani Ventura, es el arte que no se ve.

 

 

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