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Juan José Toro
27/05/2015 - 16:51

Enseñar a comunicar

Entonces, nadie puede enseñarnos a comunicar porque ese es un conocimiento con el que nacemos. Lo que sí se puede enseñar es periodismo y, por lo que vimos recientemente, una de las enseñanzas más importantes es que una entrevista es una herramienta periodística para recoger información, no una palestra de exhibicionismo ni una ocasión para atacar al entrevistado.Entonces, nadie puede enseñarnos a comunicar porque ese es un conocimiento con el que nacemos. Lo que sí se puede enseñar es periodismo y, por lo que vimos recientemente, una de las enseñanzas más importantes es que una entrevista es una herramienta periodística para recoger información, no una palestra de exhibicionismo ni una ocasión para atacar al entrevistado.

No. Nadie puede enseñar a comunicar, ni siquiera una ministra de Comunicación.

Y nadie puede enseñar a comunicar porque la comunicación es inherente a los seres vivos. Ergo, todos los seres vivos nacen con el instinto de comunicación.

El instinto de comunicación está ligado al de supervivencia. Para poder alimentarse, un recién nacido, que es incapaz de hacerlo por sí mismo, tiene que comunicar que tiene hambre así que recurre a un código instintivo para hacerlo. Los seres vivos lloran hasta que su madre les entrega el pecho y, a medida que van creciendo, aprenden otros códigos como los gestos hasta, finalmente, llegar al lenguaje oral con el cual pueden comunicar no solo su hambre sino una infinidad de sentimientos.

Tanto seres humanos como animales se comunican a lo largo de su vida. La cobra real que hincha su capucha está comunicando que está enojada y podría morderte. El perro que gruñe cuando alguien se acerca mientras está comiendo nos está comunicando que no debemos intentar quitarle su alimento. Debido a que podemos comunicar, todos somos comunicadores, incluso los animales.

Una de las diferencias entre animales y personas es que estas pueden desarrollar una comunicación compleja, de interrelación múltiple, que, por ello, se denomina social. Con ese razonamiento, la Iglesia Católica acuñó el término “Comunicación Social” en el decreto “Inter Mirifica” promulgado el 4 de diciembre de 1963 en el marco del Concilio Vaticano II. El decreto hace énfasis en los medios tecnológicos como la prensa, radio y televisión a los que denomina “nuevos caminos para comunicar facilísimamente las noticias, ideas y órdenes”. Desde entonces, esos “nuevos caminos” son conocidos como “medios de comunicación social”.

Como tarea expresa del Concilio Vaticano II, la Iglesia Católica abrió universidades en algunos países incluyendo carreras de comunicación social. Como los medios tecnológicos ya estaban involucrados en el proceso, esas carreras incluyeron al periodismo pero como parte, no como fin.

Por esa confusión, hoy en día es común llamar “comunicador social” a una persona a la que no se quiere llamar periodista por el hecho de no tener un título en Ciencias de la Comunicación.

Se habla, entonces, de comunicadores sociales o de comunicadores, a secas, y se confunde a la comunicación, que es lo general, con el periodismo, que es lo específico.     

Ya que todos nacemos sabiendo comunicar, todos somos comunicadores por naturaleza pero no todos somos periodistas ya que, para ello, tenemos que dedicarnos al periodismo que, según Armando Alonso Piñeiro, es “una actividad de comunicación cuyo objeto es transmitir de manera organizada, en cuanto a la forma y la frecuencia, mensajes que sirven para dar a conocer y/o comentar un hecho a un número indeterminado de receptores”.

Entonces, nadie puede enseñarnos a comunicar porque ese es un conocimiento con el que nacemos. Lo que sí se puede enseñar es periodismo y, por lo que vimos recientemente, una de las enseñanzas más importantes es que una entrevista es una herramienta periodística para recoger información, no una palestra de exhibicionismo ni una ocasión para atacar al entrevistado.

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(*) Juan José Toro es Premio Nacional en Historia del Periodismo.

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