Historia
César Sánchez
29/06/2018 - 17:41

Hakan Sukur: de capitán en la semifinal de un Mundial a trabajar en una cafetería

Fue goleador y figura de la Selección turca que logró meterse entre los cuatro mejores del Mundial de Corea- Japón 2002. Hoy la fama no le persigue. Salió exciliado de su país natal y vive en Estados Unidos.

Hakan Sukur luchando por la final del Mundial de 2002.

Con el '9' a la espalda y el brazalete de capitán, Hakan Sukur llegó a experimentar lo que es tener delante a Ronaldo, Rivaldo, Roberto Carlos y Lúcio luchando por la final del Mundial de 2002. Ahora, con 46 años, el mítico delantero turco vive una vida muy distinta a la de por aquel entonces.

Ídolo en el Galatasaray y leyenda de la Selección Turca, la historia de Hakan es tan triste como sorprendente. El máximo goleador del combinado nacional turco y anotador del tanto más rápido de la historia de los Mundiales, tuvo que exiliarse de su país años después de retirarse por problemas políticos y ahora regenta una cafetería en California.

Sukur colgó las botas en 2008 tras pasar por Torino, Inter, Parma, Blackburn y Galatasaray. Su nombre en Turquía era sinónimo de respeto y esa fama le llevó a luchar por el futuro del país tomando parte en un partido político. Esa idea le acabaría costando el exilio.

Su relación amistosa con Recep Tayyp Erdogan, presidente de Turquía, le llevó a escalar puestos en la pirámide política turca, pero una serie de decisiones tomadas por él en 2013 acabaron provocando que Hakan se alejara de ese mundo, provocando una persecución por parte del presidente.

"Dejé el parlamento y comencé a tener problemas administrativos con mis negocios allí. Todo lo que quería hacer me causaba problemas y más problemas, así que decidí irme", comenta Hakan a John Branch, entrevistador del 'New York Times'.

Actualmente se puede ver a Hakan sirviendo cafés y recogiendo platos vacíos de las mesas del local que montó con un amigo en una localidad llamada Palo Alto (California), que bautizaron como Tuts Bakery.

La decisión la tomó para escapar del régimen autoritario de Recep Tayyip y para que su esposa y sus tres hijos pudieran tener una vida tranquila. El gobierno de aquel que fue su amigo durante varios años llegó a confiscarle casas, negocios y cuentas bancarias.

"Hubiera llevado una vida muy buena y me hubiera convertido en un ministro si le hubiera seguido el juego al presidente, si hubiera hecho lo que dicen. Pero ahora estoy aquí, vendiendo café. Quiero que mis hijos sean libres e independientes. Estando en Turquía, a los hijos de una persona famosa puede que se les hubiera tratado diferente. Quería que viajaran, que aprendieran otras culturas y que conocieran a personas diferentes. Por eso vinimos aquí cuando las cosas empeoraron en Turquía", relató.

La fama no le persigue en California. Sus goles sí perduran en los recuerdos de todos los aficionados turcos al fútbol; mientras tanto, sirve croissants, muffins y retira tazas de café vacías de las mesas. Esa es la vida que ha elegido vivir Hakan Sukur.

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