Opinión
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Max Raúl Murillo Mendoza
07/04/2025 - 15:31

La postmodernidad y la ausencia de ética

Es decir, la caída de los valores éticos y morales en función de nuevos relatos totalmente individualistas, sin depender y considerar aquellos que fueron cierto los relatos del compromiso: revolucionario, cristiano, combatiente en favor de los demás, en favor de los valores supremos colectivos.

La caída del muro de Berlín, abrió un mundo de esperanzas para occidente, comenzando con la caída del comunismo decadente. Comenzó también la globalización, es decir la imposición del modelo capitalista para seguir expoliando las riquezas del sur del mundo. El fin de la Historia estaba en la mesa, como fanfarroneaba Francis Fukuyama. Empezaba por supuesto el triunfo del posmodernismo.

Es decir, la caída de los valores éticos y morales en función de nuevos relatos totalmente individualistas, sin depender y considerar aquellos que fueron cierto los relatos del compromiso: revolucionario, cristiano, combatiente en favor de los demás, en favor de los valores supremos colectivos. Sobre todo, en favor de los más desposeídos del mundo. De los marginados de la historia.

También es verdad que muchos “revolucionarios” ya se habían corrompido, convertidos en caudillos dictatoriales y luego corruptos en lo económico. La historia ya nos ha detallado esos eventos mundiales. Sin embargo, había un muro invisible en la consciencia humana que de alguna manera frenaba a la impunidad, a la corrupción generalizada.

El daño de las corrientes postmodernas es evidente en estas coyunturas mundiales. Los gobernantes gringos, por ejemplo. Que consideran los negocios turbios, como el de las armas, por encima de toda consideración humana básica. Asesinar niños y mujeres ya no tiene ni la más mínima condición ética posible, es como matar hormigas o insectos. Los filósofos y pensadores gringos se han rendido ante esta brutal matanza de la consciencia humana, como triunfo absoluto y total del postmodernismo.

Los piratas y bucaneros de los siglos XVII o XVIII, que eran los mercenarios ideales de los reyes imperiales de entonces, se han quedado cortos ante los gobernantes actuales del mundo “civilizado y educado” gringo.

Como vemos, el postmodernismo como totem de las generaciones posteriores a la caída del muro de Berlín, ha contaminado todo el espectro de las sociedades. Incluso a los movimientos sociales del sur del mundo. Porque los resultados actuales nos muestran nomás que ese pensamiento individualista, egocéntrico y corrupto se ha impuesto sobre los soñadores, sobre los verdaderos revolucionarios, sobre los pueblos que buscan liberaciones del capitalismo.

Los caudillos postmodernos son esencialmente parte de esa terrible enfermedad, psicológica y filosófica, de ser el centro egoísta de la política. Personalista, dictatorial, revanchista, resentida y pues vengativa con todos los condimentos de la historia tercermundista. El sentirse el centro del mundo, como actitud política, es una actitud postmoderna.

El mundo está hoy estupefacto ante esta arremetida postmoderna, de los dictadores actuales en nombre de las “civilizadas y cultas democracias” occidentales. Horrorizados y paralizados por el poder total y absoluto del miedo y terror de los caudillos gringos.

Pero el mundo debe reaccionar en consecuencia. No sólo en las calles y en la legitimidad de lo poco que queda de las democracias. Sino y, sobre todo, en las ideas, en las ciencias sociales y las nuevas investigaciones históricas, etc. Tenemos que construir nuevos derroteros filosóficos y sociales, para recuperar aquellas ideas y quizás nuevos relatos en función de lo ético. En función de la política altruista, en función de los demás, en función de los miles de millones miserables y expulsados de la historia tradicional y oficial de occidente.

El avance de la corrupción es parte de este asalto postmoderno, para terminar con los sueños humanos de hacer de este mundo un mundo mejor. Hoy los corruptos y asesinos de lo ético, son los que hablan más en la política y el ejercicio político en el tercer mundo. Ese es el espectro y brutal secuencia de los sucesos por todas partes.

En definitiva, probablemente estamos en el momento del examen más importante de la historia moderna. Por estos lados del mundo, como por el norte del mundo. Es el momento de acudir a las historias de resistencia y defensa de la vida, de la legitimidad y de los sueños de nuestros ancestros. Vietnam logró enfrentar a esos monstruos poderosos e impunes occidentales, y a pesar de la destrucción y los inmensos sacrificios humanos, lograron revertir y vencer a los piratas “civilizados, cultos y educados” del norte.

Existen muchas historias de resistencia. Existe y está presente la memoria de la resistencia por todas partes del mundo. Nosotros, en Bolivia, tenemos siglos de resistencia. Entre aprendizajes terribles y sabidurías para salir de esas trincheras que muchas veces, son años de sacrificios y entrega de vidas. Siempre, éticamente, en función de los demás.

Ojalá la sabiduría de los pueblos, en resistencia, recuperen otra vez las experiencias históricas para revertir este momento oscurantista y retrógrado. Ojalá que los filósofos de la muerte y la impunidad postmodernos no se salgan con la suya. Aconsejando a los piratas y bucaneros del norte, portadores de la violencia y muerte, como en los siglos XVI y XVII por el sur del mundo.

La política sin ética, no es revolucionaria. Es postmoderna y asesina. La política sin moral, es corrupta y anti revolucionaria. La política sin el compromiso real y ejemplar con los más oprimidos, es sólo un engaño de palabrería y zalamería individualista y egocéntrica. Es decir, anti revolucionaria.

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