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Arturo Yáñez Cortes
23/10/2019 - 13:35

Mas allá del voto…

¿Será que la democracia se agota sólo con el voto? ¿Sufragar hará ipso facto, una democracia? 

Esta vez escribo mi columna semanal al borde del plazo hábil que tengo para enviarla a los medios que me honran publicándola (les reitero, mi enorme agradecimiento), lo que impide referirme a los resultados del 20-O. Siendo el mediodía del domingo, escucho reiteradamente la clásica de todo día de elecciones: resaltar el ejercicio democrático, vivar el civismo, al pueblo, etc.

Muy cierto, pero… ¿Será que la democracia se agota sólo con el voto? ¿Sufragar hará ipso facto, una democracia? Convengamos que peor fuera no poder siquiera votar lo que ocurre donde no hay elecciones, pero para mi gusto no me contento con sólo eso y la ciencia política lo confirma: la democracia no consiste simplemente en sufragar pues la historia muestra reiterados ejemplos en los que el voto del soberano, ha terminado prostituido por alguna pandilla de hampones o incluso, éstos, ganaron algunas “elecciones”, truchas.

¿Qué ocurre en casa? Empecemos, sin retroceder muy lejos, que sí de democracia se trata, su otra cara constituye el estado sujeto al imperio del Derecho, lo que implica –a diferencia de lo que aquí ocurre- que no exista nadie, absolutamente nadie, por muy popular, poderoso o abusivo que sea, que se ponga por encima de la ley o de la voluntad del soberano; es decir, le meta no más.

Así las cosas, encuentro muy discutible pensar en serio en una democracia, cuando el actual régimen, muy orondo actualmente ejerce su tercera gestión, cuando el art. 168 de su propia CPE (aquella que la hizo aprobar aquí en La Calancha en medio de una masacre aún impune), sólo permitía dos gestiones gubernamentales e incluso, por si lo anterior no fuera ya suficientemente repugnante, intenta meterle no más una cuarta, amparado –dice- en su “derecho humano” inventado por sus juristas del horror, validado por otros sujetos disfrazados de “jueces” electorales y hasta, apoyados por un conjunto importante de personas que estarán votando por ellos, no sé si víctimas del Síndrome de Estocolmo, esperanza de impunidad, aspiración de seguir recibiendo algunas migajas del banquete que tragan sus jefazos o, algo peor.

Otro aspecto determinante de un sistema de tal calibre, es el respeto del soberano y de sus decisiones, por todos, incluyendo por supuesto, los Tribunales o quienes ejercen poder, abarcando por si les parezca increíble a quienes lo convocaron expresa y voluntariamente. ¿Ocurre eso en Bolivia? A la prueba me remito: ocurre que el art. 7 de la CPE señala que la soberanía reside en el pueblo y, se la ejerce de manera directa o delegada, siendo inalienable e imprescriptible. Su art. 11.II además, puntualiza que la democracia se ejerce, entre otras, de manera directa y participativa, por medio del referendo. Entonces, ¿Qué pasó con el resultado vinculante del 21F? ¿En estas “justas” electorales se está respetando aquél veredicto del soberano?

Tod@s sabemos que no, aunque algunos no tengan más remedio que disimular o engañar con fines abyectos. Lo pesado es que haya toda una “institucionalidad” puesta al servicio de esos despreciables fines, de forma que esos organismos hoy amorfos, hayan permitido que una candidatura trucha o si quieren, en términos “más elegantes” inconstitucional e ilegal por donde se la mire, se haya colado por la ventana en la liza electoral, que sus organizadores lo hayan permitido pese a su obligación de ser independientes e imparciales y que hasta hayan personas que las apoyen bajo cualquier pretexto que les adormece su dignidad y conciencia, pese al hedor al fraude y el insultante encubrimiento de la Contraloría u otros deformes organismos degradados convertidos en burdos satélites, pues la campaña del binomio trucho se ha hecho en sus narices, con la plata de los ciudadanos.

Si aún pese a todo, otra opción habría ganado tendremos una valiosa oportunidad para recuperar la democracia y el estado de derecho; si ocurrió lo contrario, se habría confirmado aquello de los autores del best seller “Cómo mueren las democracias” Steven LEVITSKY y Daniel ZIBLATT: “Perder la democracia, es mucho peor que perder unas elecciones”.

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