Opinión
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Dario Meza
06/10/2020 - 06:44

¿Tan Pronto Olvidamos?

Recientemente se cumplieron nueve años de una de las masacres más crueles de nuestra historia: la masacre de Chaparina. 

¿Cuánto subsisten las injusticias en nuestra memoria? Dicen que la justicia tarda, pero llega. Quiero creer que no olvidamos tan fácilmente; que recordamos con claridad cada grito de sufrimiento, cada rostro que expresó dolor, que recordamos a cada persona que rogó piedad. Quiero creer que no olvidamos a las víctimas, ni mucho menos, a los victimarios.

Recientemente se cumplieron nueve años de una de las masacres más crueles de nuestra historia: la masacre de Chaparina. Aquel 25 de septiembre, un contingente de más de 500 policías atacó el campamento de la VIII Marcha Indígena por la defensa del TIPNIS. Los uniformados dispararon gases lacrimógenos a hombres, mujeres y niños; los golpearon, patearon, maniataron y por último se los
llevaron en buses, para que no pudieran continuar con su camino. Aquellos actos generaron un sentimiento de empatía en todo el país, el cual se tradujo en masivas protestas en contra del gobierno
central.

Son pocas las manifestaciones que reúnen en sus filas a todos los colores políticos, a todo tipo de ideologías y a personas de todos los lugares. Solo algunos actos, los más crueles e inhumanos, actos sin sentido ni necesidad, producen que miles de personas tan diferentes entre sí, protesten bajo una misma voz. Esto fue lo que produjo Chaparina, miles de personas esperando a los marchistas en la ciudad de La Paz, con víveres y ropa, pero, sobre todo, con ansias de levantar la voz.

Después de nueve años intento recordar, o más precisamente, no olvidar. Vienen a mi mente imágenes en la televisión, imágenes que apenas entendía; varios policías golpeando a mujeres con niños en brazos. Recuerdo también haber dejado donaciones en el coliseo de la UMSA y ver la manera en la que llegaron los marchistas. Muchos estaban con abarcas y otros andaban descalzos, en ese momento pensé acerca de cómo habría sido caminar así durante tantos días, me pareció imposible. Hoy en día, admiro el valor y la fuerza que tuvieron para hacer lo que hicieron, y además me pregunto, ¿cuál fue el pecado de esos indígenas que solamente buscaban conservar su territorio?

¿Es suficiente el miedo para silenciar a quienes defienden lo único que tienen? Las operaciones policiales en Chaparina no pretendían causar miedo, pretendían infundir terror. El objetivo no solamente era despojar a los indígenas de su tierra, el gobierno de Morales buscaba someterlos, mostrarle a toda la población lo que pasaría si alguien se atrevía a contradecirlo. La manera fue maquiavélica, una sola orden que inició con la violencia desmesurada.

El día de la represión, no solo se perdió la confianza en el gobierno, también se quebró su propio discurso. De repente, todas las palabras del expresidente Morales fueron puestas en duda, nada volvió a ser lo mismo. En el momento que asumió la presidencia, Morales recordaba como los indígenas fueron marginados, humillados y despreciados; ese 25 de septiembre repitió todo aquello que prometió redimir.

A nueve años de lo ocurrido, yo me pregunto, ¿cómo esperaba Morales justificar la represión? O aún peor, ¿cómo esperaba que alguien fuera capaz de defenderlo? Rebusco entre el abismo de la lógica sin sentido, una posible explicación a la brutal represión de aquel día. No lo logro. Es simplemente imposible excusar aquellas acciones.

Entre llantos y furia, los bolivianos aguardaban alguna explicación. Las movilizaciones alrededor del país, fueron respondidas con una disculpa vacía y mezquina por parte de Morales, que además de victimizarse, se lavaba las manos y evadía toda responsabilidad. Mintió diciendo que le importaba el pedido de los indígenas y más aún, diciendo que no volveríamos a ser testigos de aquella violencia.

Hasta ahora, la justicia no llega al TIPNIS. A nueve años de lo ocurrido, no se tienen culpables. No podemos ignorar lo que pasó, pues, no olvidar es la única manera de que esos pueblos logren conseguir la justicia que merecen. Episodios como el de Chaparina unieron a los bolivianos. Nos dimos cuenta de que lo que pasó fue cruel e inhumano, y estuvimos dispuestos a protestar lado a lado, por una causa justa.

El día en que los marchistas llegaron a la sede de gobierno tenía diez años y fuí a recibirlos junto con mi madre. Esa bienvenida fue muy especial, se sentían emociones muy fuertes entre toda la gente, sentí que, al estar ahí, en ese preciso instante, estaba en el lugar correcto. Sin duda, la masacre de Chaparina fijó un antes y un después en la presidencia de Evo Morales. Esa violencia desmesurada, completamente innecesaria, nos hace pensar dos veces cada que alguien dice que el MAS fue el gobierno del pueblo. Cada vez que recordamos ese día, o, mejor dicho, que no lo olvidamos, sabemos que los últimos catorce años no tuvimos un gobierno que defendía a los indígenas, sino uno que los reprimía.

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