Opinión
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Max Raúl Murillo Mendoza
15/01/2024 - 16:47

Cómo hacer alquimia social con nuestros cambios

En realidad, nuestro mayor desafío es cómo hacemos alquimia entre las civilizaciones prehispánicas y las llegadas con la colonización, después con la república.

 

Los avances que hemos hecho en estos últimos años, son evidentes pero faltan varios procesos más porque lo incompleto puede ser peligroso. En realidad, nuestro mayor desafío es cómo hacemos alquimia entre las civilizaciones prehispánicas y las llegadas con la colonización, después con la república. Es un hecho en que tenemos que compartir territorios, Estado y Nación, en condiciones de justicia social sino pues seguiríamos nomás como antesala de una balcanización, es decir de un desorden y caos que nos lleva al abismo. Ese compartir es precisamente cómo volcamos nuestra creatividad, para mezclar en el buen sentido nuestras concepciones institucionales prehispánicas, como ayllu o tenta, con el Estado occidental y sus concepciones de burocracia totalmente occidentales.

Enormes desafíos que aún no estamos realmente viendo, sino como actitudes políticas totalmente superficiales. Totalmente ideologizadas religiosamente, sin bases reales respecto de la información que tenemos para hacer de nuestro país un mejor país. Porque es de una evidencia enorme, que lo prehispánico sigue vigente en nuestras culturas, en sus costumbres, en sus imaginarios que se reflejan en el tipo de organizaciones o maneras de enfocar la política.

Pero también es evidente que lo llegado desde allende los mares, pues se ha quedado y mezclado con todo lo nuestro. Esos valores occidentales, que también son partes de la convivencia cotidiana en nuestras sociedades. Esos valores llegados y desembarcados, ciertamente no entendieron nada de lo que sucedía por estos lados. Por lo que cometieron innumerables errores de Estado, muchos de ellos sangrientos, en contra de nuestras poblaciones.

La contabilidad del pasado, de ese proceso histórico que no se cerrará nunca, nos obliga a reflexionar en opciones reales para hace viable nuestras convivencias. Mestizaje o sincretismo, todavía en discusión, no nos quedan más opciones que generar un país para todos. Con la perspectiva de hacer también justicia social con las poblaciones vulnerables, con los pueblos desfavorecidos desde ese pasado turbulento e injusto.

La historia mundial debería enseñarnos, que los radicalismos y totalitarismos sólo nos llevan a la muerte. Las guerras mundiales, hoy la guerra de Ucrania o el genocidio de Palestina a manos de los judíos, son ejemplos concretos de esas formas deformadas de entender la historia. Aquellas maneras cavernarias, enfermizamente conquistadoras y mercantiles, simplemente nos llevarán a la destrucción total de las culturas y de las sabidurías humanas. Ya demasiado nos ha enseñado occidente, con su totalitarismo y soberbia material totalmente fracasada y destructiva.

Sin embargo, todas las culturas tienen sus facetas educativas producto de sus experiencias sociales, propias y genuinas para compartir con otras maneras de ver el mundo y la vida. Las nuestras tienen mucho que enseñar, desde las reciprocidades, los aynis, las economías no mercantiles del don. En definitiva, todas las enseñanzas milenarias que se cortaron con la colonización occidental. Pero que resucitan en el tiempo por la fuerza misma de las culturas.

Cómo hacer alquimia con toda esa riqueza acumulada en los siglos, para por fin hacer un país digno de vivir y construir futuro para todas sus culturas. Sin que la ingenuidad supere a las realidades complejas, pues los intereses económicos o de clase son componentes que obstaculizan y contaminan los procesos sociales. O aquellas fuerzas foráneas muchas de las veces monstruosas que no dejan fluir precisamente lo nuestro.

En todo caso, no tenemos otra que ser creativos en esta turbulencia exigente, ya que las demandas sociales sobre pasan totalmente a la lentitud de ofrecer propuestas. La miseria de nuestras calles, la pobreza, la ausencia de futuro real y de largo plazo para las generaciones jóvenes, la ausencia de conocimiento hacia el futuro debería avergonzarnos porque existen sociedades donde saben lo que sucederá en 80 años adelante. Es decir, el grado de planificación de aquellas sociedades es directamente proporcional a la máxima responsabilidad, que dicen mucho de sus políticas de Estado serias y con resultados reales hacia sus poblaciones.

Las guerras, sean culturales, económicas o ideológicas, sólo nos llevarán a la miseria y la muerte. Eso es lo que vemos en la coyuntura actual con tantas guerras. Las guerras sólo favorecen a los mercaderes de la muerte: duelos de las industrias de armamentos. Son negocios sucios y totalmente anti éticos. Pensar en esas apuestas, sería de cavernarios con enfermedades mentales modernas.

Las posibilidades civilizadas de compartir y de vivir en reciprocidades tiene que ser nuestro horizonte civilizatorio boliviano. Siempre con la mirada de la justicia social, como premisa de un país justo y digno. Utopías posibles; pero también exigentes con las teorías y los exámenes políticos.

Podemos ser ejemplo de país. El Vivir Bien, como Utopía nuestra. Como alternativa a la destrucción de occidente, a la lógica mercantil sin ética social alguna. Como sueño humano frente a la modernidad contaminante de cualquiera de sus ideologías.

Necesitamos hacer alquimia social con nuestros cambios sociales, porque detenernos y confundirnos tontamente, será sólo para favorecer a la destrucción y la ausencia de presente y futuro para las nuevas generaciones.

                                                                            La Paz, 14 de enero de 2024

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