Opinión
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Max Raúl Murillo Mendoza
01/04/2024 - 08:07

La irracionalidad del sistema económico mundial

En estos tiempos de cambio climático, cuando ya sabemos científicamente que la tierra se destruye a pasos acelerados, por los grados irracionales de acumulación de la economía, es decir porque el sistema necesita la destrucción de la tierra para acumular: minerales, selvas, ríos, mares, montañas que se tienen que destruir para acumular riquezas.

 

Desde siempre lo ético nunca fue el tema de predilección del sistema económico mundial, porque sus lógicas de acumulación siempre fueron oscuras, injustas y desiguales por todo el mundo. Pues lo económico nunca fue ético ni moral por sus características intrínsecas, el modelo anima a la acumulación al infinito, aun destruyendo todo el ecosistema, aun pisando a los más pobres. En definitiva, esos son los esquemas necesarios de la acumulación capitalista al infinito: lo injusto es lo más importante para dicha acumulación.

 

En estos tiempos de cambio climático, cuando ya sabemos científicamente que la tierra se destruye a pasos acelerados, por los grados irracionales de acumulación de la economía, es decir porque el sistema necesita la destrucción de la tierra para acumular: minerales, selvas, ríos, mares, montañas que se tienen que destruir para acumular riquezas. Sabemos también que esta acumulación se tiene que hacer en los bancos de los países ricos, que son los dueños del sistema económico mundial.

 

La contaminación ambiental, es igual a la contaminación mental que en definitiva es brutal por sus resultados. Porque el sistema obliga, sea por el hambre sea por la codicia, a acumular riqueza a cómo de lugar, aun eso sea destruyendo todo y pisando a los demás. Y en momentos de crisis mundial, la competencia por conseguir recursos económicos es también brutal. Pues hay que comer al menos algo para la sobrevivencia.

 

La contaminación mental es lo más grave, por todo el mundo la codicia es desenfrenada. El sistema condiciona la actitud humana: si no tienes nada, no eres nada en la vida. Esa condición genera humanos esclavos; unos pobres y otros ricos. Ambos en la coincidencia de que el sistema tiene razón. Hay que entrar a la competencia ciega y brutal por conseguir recursos económicos, y ser alguien como mandato del sistema. De esa raíz se alimenta el sistema capitalista mundial, para seguir dominando la existencia humana y su desenfreno por destruir a la naturaleza y la vida misma.

 

Esa  manera inconsciente de accionar de los humanos, algunas veces se hace consciente. Pero no es suficiente para hacer algo en favor de la naturaleza. Porque el consumismo desenfrenado produce plásticos y todo tipo de productos, que son directamente proporcionales a la destrucción de la vida misma. Lo poco que se hace por salvar a la naturaleza, al entorno y la biosfera, es nada frente al poder del sistema y sus resultados destructivos.

 

Tal es el grado de inhumanidad del sistema, que permite la irracionalidad de la existencia de super ricos. Personas que supuestamente son muy capaces en entender el sistema y enriquecerse hasta el infinito. Esa farsa sólo es la demostración palpable de la irracionalidad, en un mundo con recursos limitados, en un mundo donde miles de millones de humanos pasan hambre y penurias cotidianas. Pero el sistema justifica, de manera estúpida, la posibilidad y existencia de ricos en el planeta. Unos pocos que tienen todas las posibilidades de degradar al planeta, en función de la justificación del sistema para los miles de millones de hambrientos, de harapientos que deben buscar comida incluso en los basurales de las ciudades, para su subsistencia.

 

Estas brutales desigualdades que el sistema justifica, son sólo demostraciones de la irracionalidad del sistema económico, que no es capaz y no será capaz en su actual lógica de funcionamiento, de resolver los problemas estructurales del mundo. Si lo hace con algunas poblaciones es a costa de destrucción y desigualdad social, de injusticia social.

 

Es a todas luces, no sólo un problema profundo ético y moral, sino y sobre todo estructural desde la mirada de la justicia. No es posible, no se puede permitir, que un llamado sistema se sirva de miles de millones de seres humanos pobres o miserables, para que un pequeño puñado de otros seres humanos viva bien. Con todos los recursos del planeta a su disposición. Además de la destrucción que ocasionan en ese disfrute de la economía, en ese disfrute de la vida.

 

Pues, es lógico que tengamos que preocuparnos como otros lo hicieron en anteriores siglos, por luchar para construir otro sistema, otros sistemas, económico, que esté en favor del cuidado de la naturaleza y en favor de la justicia social. Equilibrios necesarios para hacer de este planeta más sostenible, más humano y más solidario con los demás. Es lógico que desmantelemos el engaño actual del sistema capitalista, en todas sus versiones y lecturas ideológicas. Al final son lo mismo en todos los escenarios del mundo: injustos y brutalmente destructivos con la naturaleza.

 

En definitiva, no es suficiente ser consciente de estas realidades. Tenemos que actuar en consecuencia, precisamente por razones éticas y luego por razones de justicia social y justicia con la naturaleza. Los discursos quedan demasiado cortos e hipócritas. Los discursos de salón no sirven de nada. Son tan conservadores como las ideologías del sistema de los siglos anteriores.

 

La irracionalidad del sistema económico capitalista mundial, con todas sus variantes, es también por definición anti humano. Este sistema sólo produce desigualdad por todo el mundo, sólo produce pocos ricos y miles de millones de hambrientos. Es decir, no es funcional a las necesidades de la humanidad. Además de destructivo con la naturaleza. Pues, si es necesario revoluciones, es preciso cambiarlo. Es urgente.

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