La tragedia de los recursos naturales de Bolivia
Por todo eso, la historia del saqueo de nuestros recursos naturales se debe a estos complejos factores internos, que no podemos resolver a estas alturas del siglo XXI. Por supuesto que todo esto es también caldo de cultivo para las potencias imperiales, que desde la izquierda se explota como motivo político e ideológico.

Bolivia perdió territorios enormes como el Acre, la costa del Pacífico y el Chaco porque jamás tuvo políticas de Estado respecto de nuestros recursos naturales. Desde siempre nos movemos al azar, con el viento y moda de la ideología o la política, incluido en esta historia de la montaña rusa: o la subida de los caudillos que es la forma más normal de gobiernos que hemos tenido. Pero nunca, diríamos jamás, con políticas y estrategias de Estado y Nación que sean sostenibles en el mediano y largo plazo.
Por supuesto que debemos añadir la clásica ausencia de institucionalidad, ausencia de básicas formas de planificación y respeto de las normas de funcionamiento institucional. Lo constante en Bolivia son lo insostenible, lo caótico, los bloqueos de caminos, el desorden cotidiano, la mediocridad de los funcionarios, sean privados o estatales, la corrupción total. En definitiva, la incertidumbre como forma de vida boliviana.
Elementos e insumos que hacen un conjunto peligroso, para que triunfen los más pendejos y vivos de la película. Los politiqueros, de cuello blanco o populares, y gansteriles personajes que sobran en medio de la miseria y pobreza de la población.
Por todo eso, la historia del saqueo de nuestros recursos naturales se debe a estos complejos factores internos, que no podemos resolver a estas alturas del siglo XXI. Por supuesto que todo esto es también caldo de cultivo para las potencias imperiales, que desde la izquierda se explota como motivo político e ideológico.
Más allá de los números, de la técnica, de lo científico y de las finanzas, está la cohesión de un Estado y una Nación. Sin Estado y Nación todo lo demás no funciona, como lo estamos viendo y viviendo en estos dos siglos. Ni liberales, ni conservadores, luego ni izquierda o derecha han sido capaces de construir un mínimo Estado moderno, ni qué decir una Nación capaz de ejercer soberanía sobre sus recursos. Todavía peor: no han sido capaces de construir políticas de Estado y estrategias de Estado sostenibles en el largo tiempo.
Es demasiado tiempo de incertidumbre, de incapacidad de ver un futuro normal. Las nuevas generaciones ven asombradas este despilfarro de tiempo y dinero; pero tampoco reaccionan frente a la tragedia. Sólo la migración y el escape de Bolivia resuelven de alguna manera esta novela de la incertidumbre, de ausencia de oportunidades laborales, y de negocios. Millones de compatriotas tienen que dejar esta tierra con ese dolor de la impotencia, pues no pueden quedarse sumidos en la miseria y el hambre.
Muchos otros compatriotas tienen que optar por la precariedad de la informalidad, o el desastre de la corrupción en el narcotráfico, el contrabando y todos los negocios turbios. Incluso siendo vistos todos estos negocios como legítimos en la sobrevivencia.
En estos momentos se discute acaloradamente sobre el litio. No hay realmente información precisa y objetiva. Como siempre todo es suposición, todo es política, todo es magia y pues peleas campales como en el tinku, sin que nadie se escuche a nadie. Esa es nuestra tradición real: oídos sordos; pero atentos al oportunismo y la degradación humana más infame. Lo democrático es una linda lección que el viento se lo lleva.
En este espacio de pelea campal e irracional, desde tiempos inmemoriales, nadie vendrá a invertir para competir en reglas claras y transparentes. En este espacio de rencores históricos mentales, nadie se atreverá a construir alguna fábrica al menos de clavos o repuestos. Seguiremos nomás acostumbrados a la miseria y la pobreza total; con los discursos más incendiarios posibles unos mejores que otros.
Siempre estamos pensando que vendrán día mejores. Eso lo leemos desde el siglo XIX. Desde el nacimiento de Bolivia. Y siempre nos encontramos en la miseria, en el desorden, en el caos y retroceso constante. Acostumbrados a la miseria mental y física.
Hemos participado de todas las épocas económicas importantes del mundo capitalista desarrollado. Cuando el mundo necesitó salitre y guano perdimos el Pacífico, cuando necesitó plata estuvimos desde la colonia. Cuando el mundo necesitó estaño participamos activamente, también con la goma o caucho. Es decir, somos un país bendecido por tener recursos naturales, que pueden ser comercializados en beneficio del país.
Cuando todas esas épocas económicas terminaron, como la del estaño, el país terminó pobre como siempre. Con mineros relocalizados y expulsados a la calle junto a sus familias. Por supuesto con pocos politiqueros y burócratas enriquecidos, a costa de los obreros y trabajadores. Hoy estamos pasando lo mismo con la era del gas. Experiencias que no aprendemos, experiencias que no sistematizamos en favor de la Bolivia profunda.
En lo popular callejero la gente susurra que Bolivia es un país bendecido con mucha riqueza; pero con la mala suerte de tener pelotudos gobernantes, ignorantes y ladrones. El destino nos ha marcado con la politiquería más sucia y barata de todo el mundo. Por ahora nadie pone cascabel al gato. Quizás el destino se apiade de nosotros, y de nuestras fuerzas históricas para por fin frenar este rito de mala suerte, y cambiar el destino de la Bolivia profunda.