Anatomías
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Victor Hugo Romero
23/10/2015 - 13:25

Si el taxista lo dijo...

Estoy seguro que a más de uno le tocó escuchar las conclusiones a las que pudo haber llegado un taxista anónimo, sobre más de un tema en particula. Lo chistoso es que quién replica la versión del chofer no solo amplifica, también incrementa su nivel de veracidad, al extremo de transformarla en la más absoluta de las verdades.

Estoy seguro que a más de uno le tocó escuchar las conclusiones a las que pudo haber llegado un taxista anónimo, sobre más de un tema en particula. Lo chistoso es que quién replica la versión del chofer no solo amplifica, también incrementa su nivel de veracidad, al extremo de transformarla en la más absoluta de las verdades.

Hace poco un amigo taxista me contaba con cierta desazón que una de sus pasajeras le contaba que  luego del paro obrero de una conocida pollería, las presas ahora eran más grandes y que había perdido su sabor tradicional; en la oficina, horas después, un colega saboreaba uno de sus combos y le pregunte qué tal estaba, me respondió que “muy bueno”. A lo largo de mi vida, me tocó escuchar a muchos compañeros que para justificar su análisis citaban al famoso taxista como referente, señalando que al estar él en contacto con mucha gente tenía una percepción mayor, sin darse cuenta que aceptaba que no estaba en contacto con las bases.

Hace poco me encontré con otro amigo. Me dijo se iba de viaje a un país vecino para dar una charla sobre la situación política en el país, entramos en debate, en medio del contrapunteo apareció el taxista con un dato trascendental para mi cuate, que se pudo revertir rápidamente por ser insostenible. Hasta ahí, no pasa nada, pero sí sucederá algo, hipotéticamente hablando, si mi cumpa apela a ese dato y le da crédito oficializándolo en su charla como si se tratara de un valor definitivo para ponderar o defenestrar una política de estado o si lo utiliza para reforzar una posición previamente concebida; se estaría haciendo daño a una gestión de gobierno. Las consecuencias a las que la lengua del taxista anónimo nos puede conducir, son imprevisibles.

En lo personal me gusta charlar con los taxistas o conductores, cuando tengo la oportunidad de hacerlo les pregunto su opinión, para conocer cómo está mirando el mundo, pero eso no quiere decir que se convierta para mí en una referencia absoluta sobre cómo va la tendencia en el llano, es sólo una opinión más para ser considerada y contrastada con otras, recién se podría llegar a una conclusión al respecto, siendo benevolente, porque aún así, tampoco se puede dar los resultados preliminares como una estadística a ser considerada piedra fundamental en una estrategia.

Si asumimos que muchos de los taxistas se la pasan renegando todo el día, estresados e intolerantes en extremo, por qué tendríamos que considerar su opinión si cuenta con una alta dosis de negatividad, por supuesto que para ese punto de vista todo tendría que estar muy mal.  Los taxistas, no todos,  también arrastran en su camino una serie de valores conservadores y coloniales que refuerzan una posición moralista de la vida, su criterio puede ser machista, racista, discriminador, altamente nacionalista o extrema derecha. Es bueno escucharlos, pero malo utilizar sus comentarios como ejemplo para justificar una postura.

El conductor más reciente que escuché, al ver los libros que llevaba me preguntó por qué leía tanto,  me pidió que le recomiende un libro en el que se enseñara a ser un abogado de los malos, que te expliquen de la A a la Z como hacerlo, luego la charla saltó sobre las revista y el acceso a la pornografía irrestricto en la red, finalmente me contó que tiene una chica en Canadá y que practicaron el “sexo virtual”, que no iría allí, pero que ella al tener plata debería venir a Bolivia porque además está casado.   ¿A qué conclusiones podríamos llegar?

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