Surazo
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Juan José Toro
06/11/2015 - 09:36

Ha muerto Papa Noel

Sí. Papá Noel existe porque es el amor que los padres sentimos por nuestros hijos.

Un día mi hija mayor me preguntó si existía Papá Noel. Le dije que sí y escribí un artículo en el que afirmaba que Papá Noel era el amor que los padres sentimos por nuestros hijos. Otro día le dije a mi hija menor que Papá Noel no solo existía sino que yo era amigo de él. 

Hace unos días, apenas unos cuantos, la hija de Papá Noel, Giovanna Cortés, me dijo que mi amigo estaba enfermo, muy enfermo, y que lo habían operado unas tres veces. Me dijo que mi amigo Papá Noel quería hablar conmigo. Le respondí que estaba interesado y podía llamarle pero ella me pidió que no porque su papá estaba en terapia intensiva. Me dijo que sería él quien me llamaría.

Yo sé lo despiadada que es la muerte pero jamás se me pasó por la cabeza que Papá Noel podía morir, quizás porque todavía hay niños que creen en Papá Noel y el niño que alguna vez fui cree que Papá Noel es inmortal.

Sí. Papá Noel existe porque es el amor que los padres sentimos por nuestros hijos.

Y los potosinos tuvimos la dicha de tener a Papá Noel en nuestra tierra. Se llamaba Ángel David Cortés Villegas. Era maestro y sindicalista. De tamaño regular, cabello y barba más o menos largos. Regordete. Cabello y barba se tiñeron de blanco demasiado temprano y, de un día para el otro, Papá Noel se encarnó en él. Y la gente lo notó y se lo dijo. Primero no le gustó. Después le fascinó, tanto que, cuando llegaba la Navidad, se vestía como el San Nicolás de las fábulas navideñas e iba a la Plaza 10 de Noviembre a compartir con los niños y tomarse fotos con ellos. De la plaza pasó al Parque Potoquito, donde estuvo por última vez, todavía en condición de diputado uninominal.

Ángel David Cortés Villegas fue muchas cosas: maestro, sindicalista, director del Óscar Alfaro, dirigente del magisterio, oficial mayor de cultura y diputado. Como todo ser humano, tuvo facetas positivas y negativas. Tuvo aciertos y tuvo errores como tú, como yo, como todos. Pero hay gente que no entiende eso y, cuando difundí la noticia de su fallecimiento en las redes no faltó un desgraciado que se alegró porque, según su pútrido razonamiento, el país se estaba librando de un traficante de la política. Estúpido. Estúpido, cruel e inhumano. Nadie puede alegrarse de la muerte de un ser humano, por mucho que ese ser humano no haya sido un buen ser humano. Nadie puede alegrarse de la muerte de un ser humano y menos de un ser humano en el que se encarnó Papá Noel.  

Hoy, cuando los potosinos confirmamos que esta Navidad no tendremos al Papá Noel de carne y hueso en la Plaza 10 de Noviembre ni en el Parque Potoquito, no recordamos al maestro ni al sindicalista, al director, al oficial mayor ni al diputado. Recordamos a Papá Noel, a nuestro Papá Noel, al Papá Noel potosino, al que se vestía de rojo y blanco y lucía la gorra con punta larga, al que posaba en los trineos y compartía con los niños en los días previos a la Navidad. Lo recordamos con cariño y con la dolorosa nostalgia del que sabe que ya no volverá a tener algo. 

Adiós, Papá Noel. Salúdame a Jesús. Dile que no se olvide de nosotros, los potosinos, aquellos a los que olvidó y desprecia el gobierno de Evo Morales y que ahora, además, se quedaron sin su Papá Noel...

 

(*) Juan José Toro es Premio Nacional en Historia del Periodismo.

 

 

 

 

  

 

  

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