El olfato de los emprendedores populares les lleva a concluir que el comercio de bebidas alcohólicas es rentable, incluso cumpliendo las leyes. Saben que las utilidades se generan rápidamente. Y, quienes se arriesgan más, como lo hacía Al Capone en la época de la Gran Depresión, logran un retorno más jugoso en función del riesgo que asumen para hacer contrabando.